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¿Tareas para pasar exámenes o tareas útiles para la vida?

¿Cuántas veces hemos oído que los niños en primaria y secundaria no tienen tiempo para salir a explorar el mundo porque “tienen mucha tarea”? Más de las que nos gustaría a todos. Pasar seis o siete horas estudiando en un salón de clase, y luego llegar a casa, comer y seguir haciendo tareas relacionadas con lo visto en clase, me parece una cacofonía intelectual que merece, al menos, una revisión exhaustiva que nos permita entender cuál es la finalidad de las tareas en casa.

Por un lado, la tarea debería de ser una oportunidad para el desarrollo personal del alumno, un tiempo para explorar el mundo fuera del salón de clases en compañía de amigos o familiares, con el fin de adquirir habilidades útiles para la vida;  el tipo de habilidades que no se aprenden en el aula. Además, las tareas deben fomentar la generación de estudiantes autodidactas, creativos y curiosos: deben servir efectivamente para que los estudiantes profundicen sus conocimientos, y los apliquen en el mundo.
Ya sé qué están pensando los defensores de la tarea tradicional: “los niños necesitan repetición para afianzar conocimiento”. Tienen razón.

La repetición es fundamental en la educación.  No obstante, también importa -al menos al mismo nivel- la construcción de la curiosidad.

Quizá si paralelamente incentivamos la curiosidad podremos darle sentido a la repetición, logrando que los alumnos reiteren con un propósito en mente, un propósito que ellos mismos co-crearon junto con su maestro.

Uno de los problemas más comunes que tenemos con las tareas y con la impartición de nuevos conocimientos, en general, es que no les explicamos a nuestros alumnos para qué sirve lo que aprenden. Las tareas son una oportunidad maravillosa para hacer justamente esto.  Fomentar la comprensión práctica de esos nuevos conocimientos, y hacer ver a los estudiantes que entre más sepan del mundo, más lo van a disfrutar.
Como decíamos, las tareas tradicionales están basadas en la repetición.  Incluso hoy, casi todas ellas son iguales para cada estudiante, y principalmente comprenden repetir información vista en clase. Generalmente consisten en ejercicios establecidos por un libro de texto estandarizado y seguido al pie de la letra por el profesor, que el alumno debe hacer en una hoja de papel para que aquel los revise posteriormente.  El problema con este enfoque es que no a todos los estudiantes les gustan las mismas cosas, ni tienen los mismos talentos, ni necesitan repasar lo mismo.  Por otra parte, casi siempre las tareas revisadas se quedan en el olvido. No es de extrañar que los estudiantes no encuentren motivación para hacer trabajo escolar en casa.  La cuestión es que ya sabemos que este método de trabajo no sirve y, aún así, continuamos aplicándolo.  ¿Por qué hacemos esto? Porque es más fácil de revisar. Pero quitemos ese factor. Planteemos que quitamos el trabajo de la revisión y nos enfocamos en la calidad.

Imaginemos una tarea que se adapta a la personalidad, talento y necesidad académica de cada estudiante, que se enfoque en despertar la curiosidad de nuestros niños y adolescentes.

Una tarea que no quite a los estudiantes el tiempo con su familia y amigos. Una tarea compuesta por proyectos que los mismos estudiantes propongan. Puede ser tan variados como la construcción de una casa en un árbol, el diseño de un video-game, el desarrollo de un deporte y la medición de signos vitales de su cuerpo para mejorar su rendimiento. Puede ser cualquier proyecto que satisfaga los intereses del alumno y en los cuales simultáneamente pueda aplicar lo visto en clase de manera creativa.    O imaginemos otros escenarios; visitas a museos, teatros, casas de cultura, laboratorios científicos, empresas tecnológicas, y actividades que promuevan el contacto con la naturaleza, parques de emprendimiento, despachos de arquitectura y cualquier lugar que siembre el interés por actividades humanas valiosas. La tarea debe favorecer la interacción del estudiante con el mundo exterior, para que lo experimente profundamente de primera mano.

¿Cómo se vería una tarea de este tipo? Por ejemplo si a un niño le gusta mucho la música, podemos dejarle de tarea ir a un concierto de la orquesta sinfónica de la ciudad en la que vive, para que –por ejemplo- investigue las obras que comprenden el programa de dicha función y su contexto histórico.  El alumno podría documentarse en internet, leer sobre la biografía de los compositores de las obras que se interpretarán, entrevistar a uno de los músicos de la sinfónica, disfrutar del concierto y prepararse para compartir su experiencia ante la clase al otro día. Además, una tarea de esta índole podría servir para que el niño escoja un instrumento que le gustaría aprender. Para un niño que disfruta la música de manera natural, sería interesante y divertido hacer este trabajo. Y es que, debemos tener presente que las tareas deben de ser un gozo, en la mayoría de las ocasiones.

Este nuevo tipo de tareas, basadas en la adquisición de experiencias y la realización de proyectos, tienen un propósito específico: mejorar la vida del estudiante, a diferencia de estudiar para pasar un examen.

Un efecto secundario positivo de este tipo de tareas es el vínculo académico-emocional que provoca el hecho de que maestro y estudiante diseñen -juntos- el trabajo que éste debe hacer fuera del horario escolar, partiendo de la curiosidad, los retos académicos y los talentos del estudiante.  En tal caso, el trabajo consiste en aplicar, practicar, reforzar los contenidos escolares en el mundo real, en un ámbito donde, por ejemplo, los estudiantes aprendan matemáticas al construir un robot, entiendan la biología humana al practicar un deporte, o aprendan teoría de la música y creatividad al componer una canción. Podemos aprovechar las tareas para fortalecer la confianza creativa de los alumnos, para fortalecer su pensamiento crítico y único, mientras encuentran su medio de expresión predilecto. No es casualidad que en el World Economic Forum de 2016, están proyectando que para 2020 la creatividad será la tercera habilidad más importante para desarrollar en los jóvenes, solamente detrás de resolución de problemas complejos y pensamiento crítico.

Otra ventaja de este tipo de tareas es que tienen horarios flexibles y apoyan la agenda de la familia del estudiante. Las tareas no deben ser excesivas ni deben invadir los periodos de vacaciones; entendemos que las familias necesitan tiempo para estar juntas, compartir momentos íntimos y realizar actividades extra escolares. Tenemos que dejar la libertad de gestionar el tiempo de descanso y ocio al propio estudiante y a su familia.

Las tareas no deben encerrar a los niños por la tarde nuevamente en un salón de clase, todo lo contrario, la tarea es su ventana al mundo.

Deben de promover sus habilidades para la vida y el gozo por aprender más conocimiento para precisamente disfrutar aún más el mundo interior y exterior. Un espacio para que los estudiantes aprendan cómo administrar y compartir su tiempo y energía así como reflexionar sobre su propia vida, se auto motiven para construir lo que quieran y obtengan experiencias que les cambien la vida, a ellos y a las personas que tienen alrededor. Sin duda, la tarea tiene que consolidar el desempeño académico, pero lo más importante es que tenga un impacto en el mundo real y la vida del estudiante.

Además, la tarea es una oportunidad para hacer ver a nuestros estudiantes que pueden hacer una contribución a su entorno, en su comunidad, mediante el tiempo que invierten en sus deberes fuera de la escuela. De este modo, los jóvenes llegan a entender que el trabajo repetitivo no sólo sirve para pasar un examen con mejor calificación, sino para fortalecer su confianza. Las tareas tienen que ser un vehículo de expresión para los estudiantes. Una ventana a la cultura y el mundo para que en el proceso aprendan a comunicar sus ideas y construir sus intereses.

Utilicemos la tecnología para resolver las evaluaciones de nuestros estudiantes, que lo pragmático no determine la calidad ni la configuración de las tareas. Se lo debemos a nuestros niños y adolescentes.

Dejemos que el mundo sea el laboratorio de las tareas, hagamos que nuestros estudiantes se sientan bienvenidos en él; quizá así sabrán cuidarlo mejor que nosotros.

Twitter: @edgarbarroso

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