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La diferencia entre los Innovologos y los Innovadores


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La Diferencia entre los Innovologos y los Innovadores

En los últimos tres años he tenido el honor y la suerte de participar en empresas, universidades, instituciones gubernamentales y asociaciones civiles buscando maneras de provocar más y mejor innovación mediante colaboración transdisciplinaria y creatividad. Me emociona muchísimo ver este enorme esfuerzo tan sincero y loable por hacer de México un país creador y no solamente maquilador.

Después de visitar decenas de centros de innovación, asistir a varias conferencias en empresas, universidades, dependencias de gobierno y asociaciones civiles en varias ciudades del país, me di cuenta que hay una diferencia fundamental en la que hay que reflexionar: La diferencia entre los innovologos y los innovadores. Los dos son muy importantes y necesarios, simplemente son distintos y cumplen funciones diferentes.

Los innovologos son los que saben mucho de teoría de la innovación, de su historia, de los distintos modelos utilizados por otras personas en diferentes países y se enfocan en comunicar conceptos y teorías. En pocas palabras es el estudio intelectual de la innovación. Por otro lado, los innovadores son los que hacen innovación. Así de obvio, así de simple. ¿Cómo? Como pueden. Con sus recursos, conocimientos, mentores, habilidades, contexto, edad, personalidad, etc.

La analogía es muy parecida a la de los musicólogos que estudian a la música, las formas de hacer música (por compositores), el contexto histórico y social de la música, pero no hacen ni interpretan música. Los compositores y los intérpretes hacen música. En la música, las dos visiones son importantes y están en constante diálogo. No están peleados. Los musicólogos teorizan a partir de la práctica de los compositores, y le llaman por su nombre: musicología (no música). Es verdad que hay algunas personas que hacen teoría y práctica, no son necesariamente excluyentes. He conocido también algunas personas que pueden transmitir y ayudar considerablemente a innovar a las personas sin ser ellos mismos innovadores. Pero son en realidad excepciones.

Frecuentemente, en temas de innovación, sobre todo en México hay innovólogos que se consideran o los consideran innovadores y de manera frecuente quieren vender o imponer “modelos” o “métodos” de innovación para que otras personas se adapten a ellos, los sigan y logren innovar más y mejor (en teoría). Lo peor es cuando dicen: “Este es un modelo probado”. Ahí tenemos un problema.

Imagínese usted lector, que le voy a decir el “modelo” para componer como Beethoven. Está probado. ¿Usted me creería? O el modelo de las “cinco fases” para componer una sinfonía original. Querer modelar y estandarizar a la innovación es igual de problemático y es una contradicción en sí misma. No conozco a un sólo innovador (no innovologo) que haya utilizado el método paso por paso de alguien más. Tampoco conozco ningún proceso creativo que haya tenido etapas numéricas, lineales, estables o predecibles.

Nadie puede enseñar a componer a alguien. En música esto es bien sabido. Sin embargo, es muy útil (no imprescindible) tener uno o varios maestros de composición. ¿Es esto una contradicción? No. Los compositores llevan siglos enseñando lo inenseñable, y debe haber una razón por la cual, la enseñanza de la composición musical está primordialmente impartida por compositores y no por musicólogos.

En mi experiencia, los buenos maestros de composición no imponen formas de componer a sus alumnos, les plantean retos, les asignan ejercicios, les recomiendan lecturas, los impulsan a ser honestos, auténticos, a encontrar su propia voz y motivaciones y los empujan a explorar su pensamiento propio, individual y colectivo.

Si la música no es lo suyo, imagínese esto en fútbol. ¿Utilizaría el mismo “modelo” o “estrategia” si fuera el director técnico del Barcelona o del Real Madrid? Difícilmente. Lo primero que haría es ver qué jugadores tiene, con qué características y contra quién está jugando. Y entonces creará la estrategia dependiendo del proyecto. En innovación es lo mismo. El problema es que muchas veces nos enfocamos primero en el modelo o estrategia que en los recursos que tenemos, la realidad en la que vivimos y sobre todo las personas que somos y tenemos para hacer innovación.

Desde mi punto de vista, una de las mejores maneras de provocar innovación y cualquier otro proceso creativo es escuchando con un interés genuino las ideas de los alumnos, conociéndolos mejor como personas, sus habilidades y aprendiendo sobre cómo piensan, cómo sienten, qué los mueve. Crear un sentido de auto-crítica saludable en ellos y tener siempre un pie en la realidad para poder hacer las observaciones y preguntas adecuadas para él/ella y su equipo. A nosotros como mentores, nos queda ayudar a los estudiantes a lidiar con el éxito al igual que con el fracaso, apoyarlos a tomar sus propias decisiones, a generar confianza en sí mismos, a encontrar colaboradores, a tener claridad en el qué y flexibilidad en el cómo. A estar ahí para que se sientan seguros para emprender pero sepan que el éxito o fracaso es su propia responsabilidad y tanto el uno como el otro son parte de la vida.

Y algo de lo que estoy convencido es que como sus mentores debemos de enseñar con el ejemplo, que nos vean como innovamos, como nuestros procesos funcionan y fallan. No porque seamos maestros de innovación no vamos a cometer errores. La innovación conlleva un riesgo intrínseco de fracaso, y que nuestros alumnos nos vean cómo nos levantamos de nuestras propias caídas y volver a intentarlo, me parece una de las mejores lecciones que les podemos dar. Enseñar con el ejemplo. Esto puede darles la confianza de intentarlo, a ponerse sus propias metas personales y a saber que ser vulnerable es humano y necesario para ser innovador.

Sólo para aclarar, no estoy en contra de la innovología, me encanta y me parece necesaria y saludable. Es muy importante que los estudiantes o las personas que van a hacer innovación conozcan otros modelos, los estudien, incluso que hagan ejercicios con algunos de ellos. Es lo mismo en la música. No obstante, aprovecharía el estudio de estos modelos para desarrollar su pensamiento crítico, que los cuestionen, que los mejoren y los adapten a su propio pensamiento. Que sepan lo que hay para que no descubran el hilo negro, pero siempre sepan que cuando utilizas un modelo de alguien más (al pie de la letra), tiene la forma de un ejercicio de innovación, no de una innovación original y personal.

La pregunta es: ¿Cuándo vamos a pensar primero en las personas y luego en los procesos? ¿Cuándo vamos a entender que el innovador o equipo de innovadores son esencialmente autodidactas? ¿Cuándo vamos a aceptar que cada proyecto y personas necesitan una nueva estrategia? Que el modelo surge de la práctica y no al revés.

Lo más importante: No debemos eludir la responsabilidad de que si innovamos o no, depende de nosotros. No del método, ni del modelo, ni de la organización a la que pertenecemos, sino de nosotros. Es nuestra responsabilidad aprender a innovar. Todos los innovadores que conozco son altamente autodidactas. Nadie nos puede enseñar a caminar, nadie aprende a tocar piano leyendo como tocar piano, nadie nos puede enseñar a crear. Aprendemos estas cosas por experiencia propia. Antonio Ayala dijo una vez: “Nada aprende mejor el ser humano, que lo que aprende por sí mismo”. Es nuestra responsabilidad saber que podemos hacer con lo que tenemos y trabajar inteligentemente para lograrlo, no hay más. Mientras no comuniquemos esto a nuestros jóvenes, los apoyemos al máximo y abramos canales flexibles para canalizar estas innovaciones siempre nos vamos a justificar de no hacerlo con excusas. Abracemos y aceptemos nuestra responsabilidad ante la innovación.

Me parece que es justamente esta insistencia en modelar la innovación y la creatividad que ha generado tanta crítica a las instituciones educativas como Ken Robinson y su TED Talk “How schools kill creativity” o el documental de “The Startup Kids” de los directores islandeses Vala Halldorsdottir y Sesselja Vilhjalmsdottir, donde los mismos jóvenes emprendedores e innovadores le dan el consejo a los próximos jóvenes innovadores a que no sigan los pasos que les dicen, porque si tienen que copiar como lo hicieron los demás “no son emprendedores verdaderos”.

El camino a la innovación es personal o de un grupo de personas con habilidades, características, personalidades y contextos únicos. Las instituciones que promueven la innovación deben confiar en sus personas, en sus jóvenes, crear las condiciones ideales para provocar innovación, deben de crear espacios y requisitos flexibles que lidien con la realidad de que la innovación es compleja, personal, ingobernable. No tengamos miedo. Es así, lidiemos con eso.

Confiemos y dejemos que la creatividad del país tenga canales para salir a la superficie libremente sin estructuras rígidas, sin modelos mesiánicos pero con el poder de la libertad de pensamiento y con la creación de espacios y oportunidades para más personas innovadoras. Gastemos menos dinero en traer modelos o metodologías, e invirtamos en escucharnos, comprendernos, crear alianzas y motivar con el ejemplo. Es más rentable y sobre todo es más humano.

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