Reflexiones Austriacas para empezar el año 2013.
El final del 2012 y el principio del 2013 fueron muy especiales para mí. Estuve de visita en Viena, visitando a la familia de mi novia Ulla. Después de una maravillosa navidad, mis suegros fueron muy amables y nos invitaron a pasar unos días en las montañas para “esquiar”. Como se podrán imaginar, viniendo del centro de México, mis habilidades con la nieve y los esquíes son mínimas. El año pasado ya nos habían invitado y pude aprender por primera vez a medio esquiar y escribí sobre “las delicias de ser principiante”. Ahora fue un poco mejor, sigo siendo muy malo esquiando, pero esta vez, pude bajar con más confianza.
Una de las cosas más lindas de esquiar, es que me enseñó a tomar una curva a la vez. Al principio, me asustaba mucho ver las pendientes tan inclinadas y tan largas. Siempre pensaba: “¿Y ahora cómo me voy a detener? Es muy larga, y si me voy todo derecho, ya valió. Este sentimiento de ver hacia adelante y querer resolver toda la pista a la vez me causaba mucha ansiedad, miedo y naturalmente me paralizaba. Sin embargo, en cuanto Marianne (la mamá de Ulla) me dijo, es como música, necesitas ritmo y tomar una curva a la vez, y la que sigue, y la que sigue, y la que sigue. Desde ese momento comencé a fijarme en el momento de cada curva, no en toda la bajada de la montaña, que cuando la veía de abajo me volvía a morir del miedo de lo que acababa de bajar.
Otra cosa, cuando esquías (al menos a mi nivel de maleta) tienes que ser muy activo. Esquiar requiere de una fuerza considerable en las piernas y un grado de concentración bastante alto que lo hace que lo disfrutes muchísimo. Cuando estás en las montañas, estás ahí y no en otro lugar, los problemas de la vida, los que están allá abajo se hacen más chiquitos. Lo que yo creo y que siempre se me olvida, es que el contacto con la naturaleza nos recuerda que somos chiquitos y que estamos de paso. Que la naturaleza se queda y nosotros no, que los problemas se deben tomar uno a la vez (como en el esquí) y no angustiarse por todo lo que puede salir mal, sino estar activos resolviendo este juego que es la vida. Cuando hay un problema es como una curva de esquí, te concentras, la resuelves, y luego la que sigue, y luego la que sigue, y la que sigue, y cuando pierdes el miedo, lo que al principio era desagradable por lo paralizante del miedo, empieza a ser un placer porque no te resistes a la idea que hay una curva que resolver, ni modo, la aceptas. Cada curva requiere que estés activamente resolviéndola, no siempre es fácil, y te das dos tres trancazos, pero cada curva difícil te enseña a que cuando viene otra curva difícil sepas como tomarla, reaccionar y resolverla. El mejor chance que uno tiene de bajar toda la montaña es hacer cada curva una a la vez.
Esquiar también me recordó dos cosas que medio puedo hacer decentemente en este mundo: jugar tenis y tocar e imaginar música. En las dos, al igual que en el esquí, la palabra más escuchada en el proceso de aprendizaje (de buenos maestros) fue “relajación”. Aprender a hacer cosas difíciles pareciera que es aprender a no hacer y confiar. Aprender a hacer algo nuevo es (de alguna forma) aprender a no tener miedo. Que curioso. Por eso creo que es importante siempre aprender algo, un idioma, un deporte, un nuevo hobby, lo que sea que nos active física y mentalmente. Algo que requiera que se nos quite el miedo para hacerlo. Y es que no es fácil para nada. A todos nos paraliza el vértigo de nos saber hacer algo, hacerlo mal y hacer el ridículo. El siguiente reto para mí es hablar decentemente alemán, lo hago mal, con errores gramaticales, con los casos cruzados, mi vocabulario es paupérrimo, a veces confundo palabras que no tienen nada que ver, etc. Pero para aprender algo hay que cometer errores, muchos. Como decimos en México hay que “regarla bien y bonito”. Sin embargo, aprender un idioma es un buen entrenamiento contra el miedo, el ridículo y el error.
Las montañas también me generaron muchas emociones y sentimientos encontrados. El primero de una belleza abrumadora, eran paisajes verdaderamente de cuentos de hadas, el silencio, los árboles y rocas que nos recuerdan que chiquitos somos, como dijo Ulla “son un recuerdo de lo más cercano a la eternidad en este planeta”. Al mismo tiempo, no podía dejar de pensar ¿Cómo sobrevivía la gente aquí? Yo no me imaginaba la escala de tamaño de los Alpes. Las montañas son enormes. En serio enormes. En invierno se ven como grandes desiertos de nieve. Llenas de vida pero sin movimiento, sin ruido. Es lo más silencioso que he oído en mi vida. Es absolutamente hermoso. Y cuando le pregunté a Franz, el papá de Ulla, como sobrevivía la gente en el pasado, la respuesta fue muy precisa: “Eran comunidades muy unidas”. La unión, la única fuerza que hace que los humanos logren cosas increíbles que no te puedes explicar a primera vista, como el hecho que la gente no sólo sobrevivió en estas montañas, sino que encontró una forma de convivencia en armonía con ellas. Los Alpes son un recuerdo de que sí podemos convivir con la naturaleza sin destruirla.
Otra cosa de la cultura austriaca, es el ignorar ver las “inconveniencias”. Me parece que ser flojo o quejarse está muy mal visto y me parece maravilloso. Lo que yo pude apreciar de la cultura austriaca es el valor que se le da a moverse físicamente, tener condición física, hacer esfuerzo físico. Siempre me impresiona todas las “inconveniencias” que se necesitan para ir a esquiar a las montañas. Guantes, gorros, esquíes, bastones para esquiar, botas para esquiar, lentes para el viento, pantalones especiales, 4 capas de ropa, cadenas para las llantas del coche, etc. Después está ir a la montaña, subir y esquiar por 4 o 6 horas. Y sin embargo, muchísima gente lo hace.
Siguiendo esta misma idea, tengo la impresión que en Austria para descansar, tuvieras que primero estar cansado. Primero esquías y luego, por la tarde tomas un sauna y a descansar leyendo un libro. Sí un libro. Porque afuera de los saunas es común que haya una sala de lectura. Es decir, además de ser tremendamente sano, es un espacio para descansar leyendo. Que leer sea parte de la rutina vacacional me parece maravilloso. Es un país donde aprecian los contrastes (frío – caliente, cansancio – descanso) así como el sauna, primero caliente y saliendo una ducha helada. Ahí si les quedé mal, a mi me gusta el sauna, pero al salir una ducha fresquecita es suficiente para mí.
Espero que esta experiencia en Austria afecte de manera positiva este 2013 que si algo va a tener es mucho movimiento. Me encanta ver como viven otras personas en otras culturas, aprender de ellos y compartir estas experiencias. Este año, mi familia enfrenta problemas inesperados y difíciles, pero intentaremos tomarlos uno a la vez, unidos, activos y con toda nuestra fuerza. Vamos a “esquiar” juntos.
Finalmente quiero agradecer infinitamente a Ulla, Franz, Marianne, Andrea y Stefan por enseñarme tanto, tener tanta paciencia en el proceso de aprendizaje para esquiar y para el idioma, (le llamamos la Academia de ski Bernhart), por las conversaciones y por la increíble comida que ha hecho que tenga 2.5 kilos de más (siendo optimistas) que espero que no se queden por mucho tiempo. De verdad Gracias.
¡Bienvenido 2013!
Con cariño,
Edgar
Nota:
Cuando me refiero a “los austriacos” o a la “cultura austriaca” no busco generalizar ni sugerir estereotipos, es por supuesto mi interpretación personal y subjetiva de lo que viví en este invierno.
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