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La vida en Suiza. Momento Helvético I

 

Acabo de tener lo que de ahora en adelante me referiré como “un momento Helvético”, esto lo haré mientras viva en Zurich, Suiza, donde pienso pasar los siguientes dos años. La historia va así:

Uno de los empaques de una puerta (que es como una ventana del tamaño de la pared) de mi departamento se salió. Por lo tanto no podía cerrar en su totalidad. Esto es malo porque el invierno está muy cerca y el aislamiento es muy importante para que la calefacción funcione correctamente.

Ayer por la noche, Ulla mi novia con la que comparto el departamento, me dijo: “mañana vendrán a arreglar la puerta, llegará a las 11am. Así que me levanté a las 6:15 de la mañana como siempre a trabajar en mi computadora. A las 10:30, me dí una ducha (ya sé, tardísimo) y a las 10:58 estaba listo para “esperar” a que llegaran. Mi sorpresa es que a las 10:59 ya estaban tocando a la puerta. Me dí cuenta que yo estoy acostumbrado a esperar. No en Suiza.

Al abrir la puerta, me encuentro a cuatro hombres suizos, extremadamente amables, todos me saludan de mano y con un sonriente “gruzie woll!”. Entran a mi casa, sacan sus herramientas, y empiezan a trabajar con una fluidez impresionante. Uno de ellos empieza a silbar, otro cuenta un chiste y todos se ríen. Los cuatro totalmente sincronizados, como un equipo de nado sincronizado. Quitan todo el empaque, sacan uno nuevo y lo ponen. No se cuestionaron si podían simplemente arreglar y meter otra vez  el que se salió. Les pregunto porque mejor poner uno nuevo completamente, y me dice uno de ellos: “porque si este ya se salió una vez se puede salir otra vez, ¿para que arriesgarse a que se salga otra vez? ¿Y para qué? Mejor estar seguro que va a funcionar bien.” Me impresionó esta actitud. Mejor hacerlo otra vez desde el principio pero que quede bien. Una cosa me quedó claro: Estos Suizos son el ejemplo de dos palabras que mis padres siempre mencionaron en mi casa: “bien hecho”. Estos suizos son “bien hechos”.

Justo cuando arreglaron la puerta afectada, uno de ellos dice: “Vamos a cambiar el empaque de la otra puerta” (la cual sirve perfectamente). Es mejor asegurarse que las dos puertas funcionan perfectamente.  El ambiente de cortesía y diversión sigue. Sacan la puerta, quitan el empaque, y limpian el polvo que se ha acumulado ahí. Inmediatamente, sin hablar, otro de ellos empieza a poner aceite en donde va a ir el nuevo empaque, con una sutileza, concentración, gozo y tranquilidad que parecía más que estaba pintando y no poniendo aceite a una puerta.

Una vez que ponen el nuevo empaque, el más grande de ellos, se sube a la escalera y con unas tijeras especiales corta una de las esquinas del empaque. Estoy hablando de un corte de medio centímetro. Le pregunté porque hacia ese corte y me contestó: “Es para que cuando cierres la puerta se sienta más suave”.

Al terminar, los cuatro amables hombres me pidieron que firmara un recibo y les diera una calificación para ellos. Si su trato y trabajo habían sido bueno. El trabajo que hicieron en mi casa es el ejemplo de excelencia que tanto buscamos en cosas sofisticadas. Estos hombres disfrutan su trabajo, piensan en sus clientes, se fijan en los detalles, trabajan en equipo y algo que es muy importante en este tiempo: son amables y no tienen prisa. Lo curioso es que se tomaron su tiempo pero no se tardaron. Así de irónica es la eficiencia. La eficiencia no tiene prisa pero es ágil. A estas personas no los tuve que “esperar”, llegaron a tiempo, hicieron su trabajo de manera excepcional y se fueron. Cuando se fueron me sentí conmovido por el amor al trabajo de estas personas. Como puedes amar las cosas simples como cambiar un empaque de una puerta. Lo toman en serio porque saben que otras personas necesitan estas puertas. Su trabajo impacta en la calidad de vida de los demás y por eso es importante que lo hagan bien. Muy bien.

Mucho que aprender, mucho que imitar.
Saludos,
E.

 

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    2 Comments

    1. Ernesto PC Ernesto PC

      La anécdota que refieres me parece muy valiosa como punto de partida para reflexionar sobre lo que hacemos cotidianamente, nos dediquemos a lo que nos dediquemos. Llevo días queriendo escribir algo al respecto, a partir de un par de experiencias de servicio muy positivas acá en tu natal León. Claro, no llegan al grado de excelencia que describes y son dos agujas en un pajar. Es urgente que desarrollemos ese sentido de pasión por lo que hacemos para hacerlo siempre de la mejor manera posible. Espero pronto tener el espacio para compartir lo que traigo en mente. Un saludo y, por supuesto, mucho éxito en esta nueva etapa en Suiza.

    2. Siempre habrá que aspirar a lograr esta filosofía. Abrazo y saludos

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