En este mes, varios de mis amigos me avisaron que dejarán Facebook. Sus razones para dejarlo son: que les quita mucho tiempo, que se drenan emocionalmente, que se enojan por lo que publica la gente, que todo es una farsa, que se están haciendo adictos y que mejor se quieren dedicar a su vida “real”. Argumentos muy respetables.
Me pregunto, ¿está cambiando algo en facebook? o mejor aún ¿qué está cambiando en nosotros, los usuarios de facebook? ¿Cómo logramos convertir -parcialmente- un espacio de convivencia y comunicación en un espacio que provoca -en muchos- una sensación de asfixia, de malestar físico y mental?
Una posible respuesta es que desde hace algún tiempo Facebook parece más una sala de juicios públicos que una red social: parecería que se acabó ese espacio libre para estar en contacto con nuestros seres queridos -o al menos conocidos- en el cuál compartiamos momentos, pensamientos o multimedia sobre nosotros y nuestros intereses. Ahora, cada vez que publicamos tenemos la presión de ser una especie de figura pública, porque cualquier tropiezo en nuestra publicación puede ser el inicio de una controversia, crítica o juicio que no buscamos y que ciertamente no necesitamos.
Con nuestros amigos -reales- compartimos muchos de nuestros gustos o lidiamos mejor con nuestras diferencias porque hay una amistad de por medio. Con ellos es probable compartir intereses sin el miedo a ser juzgados, catalogados o “troleados”. Entiendo que esta relación e intercambio de opiniones no pueda reproducirse con todos nuestros “contactos” de Facebook, pero tampoco veo la necesidad de suscitar una relación o emoción hostil con quienes -muchas veces- no son cercanos a nosotros, ni nosotros a ellos. Ahí, en la hostilidad injustificada, es donde comienzan los problemas.
Y es que Facebook puede resultar un espacio fértil para algunas personas que dedican largas horas de su tiempo a “trolear” las opiniones de las demás personas, descalificar y acusar de todo a todos -sin pruebas- confundiendo la libertad de expresión con una falsa autoridad inquisidora y crítica hacia todos los que no piensen como ellos, o no son de su gracia. He visto personas que gozan de humillar, acusar y juzgar con una intensidad que tiene tintes psicópatas. Y, francamente, da escalofríos ver el nivel de discusión, groserías y agresiones que estas personas otorgan a diestra y siniestra en las redes sociales. Estas personas hacen de Facebook un espacio tóxico que no beneficia a nadie, ni a ellos mismos por supuesto.
Ahora, recordemos que las redes sociales como Facebook son relativamente nuevas en nuestra sociedad. Hasta ahora nos hemos dado cuenta de las consecuencias psicológicas que puede tener en nosotros y entre nosotros. Facebook nos ofrece, por un lado, la auténtica alegría que nos da ver noticias y logros de nuestros amigos y familiares, así como el genuino derecho a la libertad de expresión para publicar nuestras propias noticias -buenas o malas-, logros, fracasos, boberías, opiniones y lo que se nos pegue la gana.
Con el crecimiento de nuestra red, crece también la diversidad de nuestros amigos. Entre ellos habrá religiosos-ateos, políticos-apolíticos, felices-deprimidos, serios-graciosos; en otras palabras: humanos. Esta diversidad, que debería de enriquecer la experiencia de Facebook, en muchas ocasiones -no en todas- ha tenido un efecto contrario: nos ha hecho censurables y censores.
Además, hemos llegado a un punto en que tenemos acceso a tantos amigos o usuarios de nuestra red social, que, pongamos lo que pongamos, la posibilidad de que le moleste a alguien es altísima. Así, por ejemplo, abundan estos prejuicios en Facebook:
Si publicas fotos de tí eres juzgado un narcisista y vanidoso.
Si no publicas fotos de tí estás ocultando algo o “así has de estar”.
Si publicas cosas felices quieres aparentar una vida que no tienes en realidad.
Si publicas cosas tristes eres un azotado.
Si publicas logros eres un presumido.
Si publicas sólo fracasos estás buscando llamar la atención.
Si publicas de política, eres un rojito, un fascista o un amargado.
Si no publicas de política, eres un desinteresado apático.
Si publicas “pensamientos profundos” te crees muy espiritual.
Si publicas resultados deportivos eres un ignorante.
Si publicas cosas cotidianas eres muy superficial.
Si publicas fotos con tu familia eres un irresponsable por cuestiones de privacidad.
Si no publicas fotos con tu familia, te sientes soltero.
Si publicas muchos artículos eres muy impersonal -y seguro ni los lees.
Si no publicas artículos eres un ignorante que no lee nada.
Si publicas cuestiones religiosas eres un persignado.
Si no publicas cuestiones religiosas eres un ateo-hereje.
Si no publicas cosas con picardía eres un mocho.
Si publicas cosas con picardía eres un pervertido.
Etc.
Bueno, la idea se entiende. La lista de prejuicios podría seguir y seguir. Me recuerda a la historia del “Hombre, el Niño y el Burro”, en donde la moraleja es: “No intentes complacer a toda la gente, porque así nunca vas a complacer a nadie.”
Pero eso sí, todo lo que nosotros publicamos, está bien.
Desde la perspectiva de un usuario como yo, que empezó a utilizar facebook en 2007 y tiene 37 años, Facebook es un repositorio de recuerdos, anécdotas, multimedia, comunicación y conexión. No una suprema corte en dónde ser juzgado todo el tiempo. Para mi, Facebook es un espacio de diversidad, de opuestos, y sobre todo es un ejercicio de tolerancia. Claro que no nos va a gustar todo lo que publican todos los usuarios de Facebook, claro que nos va a dar nuestra eventual y humana envidia de repente. Eso es normal. Pero no podemos olvidar que las redes sociales sirven para conectar, movilizar y comunicar. Creo que son un medio maravilloso que es parte de nuestra vida -nos guste o no- donde siempre tendremos la libertad de regresar a recordar, compartir y expresarnos respetuosa y libremente.
Finalmente creo que no debemos tomar tan en serio las redes sociales -ni a nosotros mismos. Creo que debemos cuidar y moderar el tiempo que les dedicamos. Que cada quien viva con sus convicciones, anhelos y valores -dentro de la legalidad, porque, el respeto al muro ajeno es la paz (en facebook).
PD
Las últimas dos semanas he disminuido mi uso de facebook por más o menos 50% y tengo que decir que me siento mejor en general y, sí, ahora tengo un poco más de tiempo para escribir en mi blog ;-).
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