Recuerdo innumerables ocasiones en las cuales como estudiante escuché frases o preguntas como esta: “…¿y esto de que nos va a servir? Esto no lo vamos a usar nunca en la vida real”. Sinceramente, me parece una pregunta válida y un argumento sólido que deben ser el motor de un diálogo permanente entre estudiantes y docentes. ¿Para qué y por qué aprendemos lo que aprendemos? No es trivial. Y es que desde muy jóvenes, tenemos la idea de utilizar lo que aprendemos para mejorar lo que llamamos nuestro entorno y justamente hay que aprovechar esta inquietud. En otras palabras, enseñar a nuestros jóvenes y niños a reaccionar ante las necesidades de nuestro sistema cultural, económico y social. Reaccionar y rápido.
[Aclaración: Entiendo que también hay cosas que se aprenden sólo por el placer de aprenderlas y por el avance del conocimiento. Eso lo respeto mucho y que bueno que exista. Sin embargo, estoy convencido que un cambio de actitud hacia una sociedad que aprende a compartir más lo que hace y a contagiar la pasión por alguna actividad o materia entre sus ciudadanos puede generar cambios positivos en nuestro entorno de manera muy importante.]
Además del diálogo constructivo que se pueda generar de esta conversación, es indispensable trasladar la respuesta a ejemplos prácticos y concretos. Es decir vincular la educación con lo que pasa en la “vida real”. Sin importar el nivel educativo ni el sistema de educación utilizado, ni la materia que estemos enseñando, todos podemos hacer algo por las personas que integran nuestra comunidad utilizando lo que aprendemos en la escuela o universidad. O al menos esa debería ser la idea. Empoderar a nuestros jóvenes es la mejor inversión que podemos hacer como nación, especialmente ahora, cuando México necesita a sus jóvenes más que nunca.
Y es que aquí entran todos y todas y también todas las disciplinas. Por ejemplo, si en la carrera de diseño digital de cualquier universidad les dan la materia de diseño y creación de páginas de internet. Vamos a decir que son 21 alumnos en un salón. ¿Qué pasaría si el proyecto final lo hacen en equipos de tres y se proponen crear, mantener y capacitar al personal de casas hogar, o fundaciones, o alguna ONG que no tenga presupuesto para pagarlas? Cada salón podría “donar” siete páginas de internet por semestre. Cada salón. ¿Se imaginan si lo hicieran 10 salones de clases? Serían 70 páginas webs al semestre. Y eso es sólo una materia. Si hacemos lo mismo con cada clase, cada materia, imaginen el impacto al semestre que tendrían los miles de estudiantes de las universidades en sus ciudades, en su entorno.
Cualquiera de estas instituciones se beneficiaría tremendamente de ello. Les daríamos una infraestructura de comunicación y un canal para difundir su labor altruista. Los estudiantes ganan por qué aprendieron lo que tenían que aprender, les pondrán una calificación, pero además sabrían por qué y para qué están aprendiendo lo que están aprendiendo.
Más importante todavía, se dan cuenta que con lo que aprenden pueden ayudar a los demás, a generar un cambio, a integrarse a un proyecto y sobre todo aprender y valorar lo que otras personas están haciendo por su entorno. Y claro, esto no para ahí. Lo interesante vendría cuando integramos más disciplinas. Por ejemplo, si además logramos integrar a los chicos de la clase de comercio en línea, podrían ayudar a estas instituciones sin fines de lucro a bajar recursos a través de pagos en línea, apoyos nacionales e internacionales y podrían crear modelos para lograr ingresos en línea para ayudar a su causa. Y si hacemos que los proyectos finales de la carrera de Gestión Cultural hagan sus proyectos finales encontrando maneras de llevar a estas casa cursos, talleres, conciertos, etc. Podríamos mejorar la calidad de vida de estos lugares. Y si además integramos a los estudiantes de arquitectura, antropología, física, literatura, economía, leyes, turismo. Imagínenlo. Todo basado en darle significado a lo que aprendemos en las aulas. De esta manera las instituciones educativas podrían aumentar su influencia como factor de cambio social.
Para mis colegas músicos, todos los recitales de finales del semestre podrían ser gratuitos y abiertos al público. Nos ayudaría a vencer el miedo escénico y además podemos ofrecer más oferta cultural a la población. Cada alumno de música da un recital al semestre, si hay 100 alumnos de música, tendríamos 25 concierto más. De cualquier manera los tenemos que hacer, así que sería genial compartir nuestro esfuerzo con la sociedad. Seguramente ya se hace, pero creo que se podría hacer una tradición para ofrecer música al día día de nuestras comunidades. La idea básicamente es compartir lo que hacemos porque creemos que eso que hacemos, es bueno para alguien.
Otro ejemplo, los chicos de preparatoria podrían hacer algunos de sus proyectos finales de estadística o cálculo haciendo trabajo de investigación sobre situaciones específicas en la ciudad, quizá con una sola familia, o una calle. Aprendiendo a sacar porcentajes de ingresos y egresos en su familia, haciendo estadísticas sobre cuántos jóvenes están estudiando lo que les gusta y cuantos están estudiando una carreara sólo porque “esa carrera es segura económicamente”, en fin las posibilidades son infinitas. Si les hacemos ver a estos chicos el increíble potencial que tienen las ciencias, el arte y la tecnología podrían entender mejor la pobreza, corrupción y necesidades que tiene nuestra sociedad y motivarse a prepararse mejor. Simplemente, explicarles para qué les va a servir lo que aprenden con casos y situaciones reales.
La educación “reactiva” puede y debe tener un enfoque interdisciplinario. Todas las áreas de conocimiento que existen, todas, tienen como finalidad: mejorar las condiciones de vida, cuidar su entorno y cubrir necesidades de los seres humanos. Cómo integremos estas áreas va a ser clave en los años por venir para el desarrollo de México y el mundo.
Hay que entender que todas las áreas de conocimiento se complementan, que las matemáticas ayudan a formalizar procesos de pensamiento (en todas las áreas de conocimiento), que la música ayuda a incrementar los niveles de concentración y bienestar en el ejecutante y oyente, que la economía estudia profundamente el comportamiento humano, etc. Hay que hacer que nuestros jóvenes sepan como crear compañías o instituciones (de cualquier índole) diseñadas para promover la cooperación y la sustentabilidad en su entorno. Necesitamos hacer de ellos expertos colaboradores, emprendedores y activistas sociales, independientemente de la carrera que estudien o el nivel de aprendizaje. Aquí caben todos.
Impulsando esta educación reactiva, vamos a poder ver resultados positivos en el corto y largo plazo y sin depender de agendas políticas, sino de una agenda ciudadana. Generaríamos un movimiento permanente. Si en nuestras escuelas y universidades logramos hacer de nuestros estudiantes ciudadanos reactivos, es decir que respondan inmediatamente a los problemas de su entorno, que apliquen y compartan lo que aprenden para lograr impactos positivos, podremos contestar sus inquietudes de por qué y para qué estudian lo que estudian, y al mismo tiempo les estaremos dando la lección más grande que podemos darles a nuestros jóvenes: Que ellos pueden cambiar parcial o totalmente las cosas que están mal si se organizan entre ellos, utilizando el conocimiento como puente y sobre todo el valor y necesidad de la colaboración interdisciplinaria.
Estaremos impulsando jóvenes que basen su tiempo y energía en acciones de generosidad y cooperación que podrán utilizar para el resto de sus vidas y carreras. Una vida basada en la colaboración, y no en la competitividad, en reciprocidad y no en: yo gano y tú pierdes. Hay que disminuir el encono social en México y esta puede ser una forma (de las muchas que se necesitan) para contribuir a una reconciliación nacional, algo que es absolutamente necesario para el desarrollo del país.
México tiene ahora una gran oportunidad histórica de ser más tolerante e incluyente. Nos toca a nosotros como adultos enseñar con el ejemplo y tratar de inculcar estos valores en las generaciones que vienen. Nadie quiere un México separado, fragmentado, radicalizado, con pobreza, con desigualdad. Todos sabemos que unidos somos más fuertes, que si nos cuidamos entre nosotros podemos lograr cambios inimaginables. Todos queremos un México más solidario.
Y si en esto coincidimos todos o casi todos, vayamos haciéndolo. Transformemos cuando sea posible cada tarea, cada proyecto final de nuestros alumnos (y de nosotros mismos) en una causa social. La creatividad de nosotros y nuestros maestros es el límite. Una tarea, un impacto en la(s) vida(s) de alguno(s) de nuestros ciudadanos. Sí podemos. Este es el momento para hacerlo.
PD
Si ya estás haciendo educación reactiva en tu salón de clase o universidad, por favor comparte tus ideas de como vincular los proyectos finales de instituciones académicas con alguna causa social en este grupo de facebook:
https://www.facebook.com/groups/minutospormexico/
Podrías estar inspirando a mucha gente con tus ideas y ahí estaremos para apoyarte en lo que necesites…
Un abrazo,
Edgar
Edgar, me encanto, y estoy de acuerdo contigo, y definitivamente de esta manera la educación es mucho siginificativa.
Estoy convencida que todo lo que hagomos debemos hacerlo orientado a lo social, a lo colectivo a compartirlo con nuiestro alrededor, de lo contrario seguieremos cometiendo los mismo errores y esto no va a cambiar.
Despues de todos las expreiones de desesperacion que se leen apartir de las elecciones, algo muy positivo. Esta mecanica tambien llevada a las empresas del tamaño que sea y a la familia sera muy buena. Gracias.
Me entusiasma mucho ver que la comunidad docente y emprendedora de México empieza a reflexionar más sobre este tema, y en verdad te felicito por la iniciativa. Yo escribí sobre este tema hace 3 años (04/sep/09,) pero sin mucho eco. Anexo nota: http://bit.ly/OS3iB1
Causalmente estaré hablando sobre el tema en una una universidad la próxima semana.
Gracias por escribir y por compartir tu arte.
Edgar… Ya te leí, comparto lo que escribes, hay que seguir en contacto.